sábado, 9 de enero de 2010

Pues sí, una pildorita roja para mi.

Ella siempre manejó con tanta maestría su menudo cuerpecillo que parecía estar dándolo todo cuando siempre estaba tres pasos más lejos del precipicio que sus inconscientes compañeros.

Sus sonrisas, caricias, la mano que aparecía para jugar con tu pelo se vendían caras en su justa medida, llegaban lo suficientemente tarde como para ser aún más deseadas, pero no tan tarde como para el hartazgo te hubiera hecho desistir. No parecía ensayado, ensañado, ni premeditado sencillamente un don.

Estás tan jodidamente dentro de mis entrañas que ya no sé distinguir si eres motivo de insatisfacción o ese anhelo imprescindible para seguir luchando.

Somos una ucronía, estoy convencido de que en algún universo paralelo, del que alguna decisión nos separó, estamos ahora mismo sudorosos, complacidos y mañana daría todo igual.

¿Te odio?

Vivido lo vivido sólo nos queda, cerrar, a mi estar meditabundo, a ti reir, a ti lo de siempre, a mi lo de antes, no te envidio, no me envidias.
Siempre tuviste razón, siempre. Encontraré mi camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario